Plenitud
de la unión personal que, desde dentro, desde un centro, ilumina y transfigura
el mundo, elevándolo a la conjunción humana del amor: primavera, frondas,
flores y frutos, bosques y jardines, pájaros, valles y montañas, astros y constelaciones.
El amor los nombra, y al nombrarlos los coloca concéntricos a sí mismo.
De eso
nos habla este brevísimo libro, colección de canciones para una boda, diálogos
de novios recordando y esperando. Durante la semana que sigue a la boda los
novios son rey y reina: si él es Salomón, ella es Sulamita, si él es
"pastor de azucenas", ella es "princesa de los jardines". Cantos
con dos protagonistas por igual. Él y ella, sin nombre declarado, son todas las
parejas que repiten el milagro del amor.
El tema
personal lo domina todo: "llévame contigo, amor de mi alma, ven a mí, mi
amado es mío y yo soy suya" Y qué densidad de sufijos posesivos, de
primera y segunda persona. Todo lo demás es escenario o símbolo, comparsas, irradiación
y presencia. Hasta el cuerpo es presencia personal.
La
persona es la totalidad y no un reducto espiritual, incorpóreo.
El amor
del Cantar bíblico cree en el cuerpo, contempla extasiado el cuerpo, del amado
y de la amada, y lo canta y lo desea. Lo contempla como cifra y suma de
bellezas naturales: montañas, árboles, animales. La belleza total y multiforme
de la creación reside en el cuerpo cantado: gacelas, gamos, cervatillos, palomas
y cuervos, corderos, una yegua; también granadas y azucenas, palmeras y cedros,
y un montón de trigo; las albercas y el Carmelo y el Líbano. Y también la
belleza
que fabrica el hombre: joyas y copas, columnas y torres. Casi nos atrevemos a parafrasear: al ver los amados la belleza del cuerpo, descubren que el mundo es muy bueno, como en un reposo genesíaco.
que fabrica el hombre: joyas y copas, columnas y torres. Casi nos atrevemos a parafrasear: al ver los amados la belleza del cuerpo, descubren que el mundo es muy bueno, como en un reposo genesíaco.
La
contemplación es camino y pausa de la posesión. El gozo del amor sintetiza los
deleites, sobre todo aromas y sabores. Aromas de bosques y jardines, de vides e
higueras en flor, o elaborados, de mirra e incienso: "Despierta cierzo, llégate
austro, orea mi jardín, que exhale sus perfumes". Y los sabores: de uvas,
manzanas y dátiles, de miel y leche, y sobre todo de vino.
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